domingo, 24 de marzo de 2013

Reserva Cousteau


Ya hace una semana que ando por esta isla antillesa. Apenas siete días para poder tener una opinión clara sobre el lugar. A lo largo del tiempo me he dado cuenta que las primeras impresiones no son las que cuentan. Esa primera imagen que nos formamos en la cabeza de lugares y personas evoluciona y a veces cae incluso en el olvido. Sin embargo cuando casi ni siquiera has aterrizado y ya tienes el neopreono puesto, la máscara ajustada y el regulador en la boca, la cosa no puede empezar mejor.  
  
            No es la primera vez que me voy fuera, pero si algo en común tiene muchas de mis idas y venidas es la parada casi obligatoria en Madrid. El viernes caí en la cuenta, casi de casualidad, que normalmente mi “primote” Arcadio es la última persona conocida que veo antes de salir de España. Creo que no hay mejor manera de decir hasta luego. Irme siempre con esta doble sensación de tristeza alegre se debe a esas despedidas a base de cerveza y tapeo por la capital del reino. Esta vez la sorpresa fue comenzar la tarde-noche en el karting de mi ídolo de niñez Carlos Sainz. Arcadete, su compañero Alberto y Josito. A esto le sumamos otros cinco casuales y ahí tuvimos gran premio de unos ocho minutos. El resultado en este caso no es lo que importa. Menos mal. 
            El sábado volé a París Orly. Dos horas de vuelo, una espera de tres y ya con Air Caraïbes destino a Guadalupe. Unas nueve horas después ya estaba en este territorio francés de ultramar. No sé si será el estar medianamente acostumbrado gracias a mi anterior “paseo” o la comodidad de volar en primera clase, pero las nueve horas no se me hicieron para nada largas. 
            A las ocho de la tarde hora local, estaba saliendo por la puerta número dos del aeropuerto de Pointe-à-Pitre. Siempre recordaré la primera vez que llegué al Caribe, fue a Cancún en el 2004. Creo que aún siento en la cara la bofetada de humedad caliente cuando salí por la puerta del avión. Sin embargo no fue así al llegar a Guadalupe. Me salvó que aún no ha comenzado la temporada de lluvias y por lo tanto el clima está todavía bastante seco. En el aeropuerto me recogió Paulo, un portugués compañero en la obra. Y entre conversación y conversación, preguntas mías y sus aclaraciones, me comentó si quería hacer una locura al día siguiente, si quería ir a bucear. Creo que aún mi cerebro no había procesado el mensaje y ya estaba diciendo: “¡¡¡Claro!!!”. Me parecía hasta gracioso que le fuera a dar uso ya mismo al traje que tanto había dudado traer. Sus casi tres kg era demasiada carga para mi maleta ya más que pasada de peso. A las ocho de la mañana (yo llevaba despierto de las cinco, bendito jet-lag) me recogió en el hotel y tras parada en un supemercado, donde tuve mi primer contacto con varios de los que serán mis compañeros en el tiempo que esté por aquí, partimos camino a la playa de Malendure. Allí se encuentra la reserva Cousteau. ¡¡Madre mía!!, un lugar que lleva el nombre del gran explorador francés no podía defraudar. Y no lo hizo. Ya a unas decenas de metros de la playa y con snorkel te podías tropezar con tortugas. Pero estar en la misma reserva, alrededor de los islotes “á Goyaves” o “de Pigeon”, bajar a casi 22 metros, y disfrutar una vez más del coral y de toda su vida es algo que no se puede describir. Me siento afortunado, aprender a bucear ha sido de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Es una forma preciosa de hacer turismo y de valorar las maravillas escondidas de este planeta.
            No hubiera imaginado un comienzo mejor para esta aventura. No todos los días serán así, aquí estoy para trabajar. Pero no estoy encerrado, habrán muchos momentos para disfrutar, lugares por conocer, naturaleza que descubrir y respetar, inmersiones que hacer, nuevas gentes con las que me tropezaré.  Como más o menos me dijo alguien a la que quiero mucho, “chiqui, tú eres medio caribeño”.

Playa de Malendure con los islotes al fondo

La playita

Delante de la escuela

Otra vez la playita

El primer brindis en Guadalupe


Los equipos a punto
De camino a la reserva

jueves, 14 de marzo de 2013

De nuevo en el camino

Una noche muy parecida a la de hoy, pero de hace un año menos diez días me senté delante de este ordenador y escribí la última entrada antes de salir. Estaba a punto de comenzar una aventura que duró unos  tres meses y que acabó en el momento en que las horas que llevaba en mi móvil y en el reloj de pulsera volvieron a coincidir. En el primero mantuve siempre la hora de Canarias, en el segundo la hora del país por el que viajaba. Tres meses después ambos marcaban lo mismo. El círculo se cerraba y al igual que el personaje de Julio Verne, llegaba a Londres. 

Ya de eso han pasado unos cuantos meses. Un tiempo en el que he disfrutado de mi tierra. Es curiosa mi relación de amor con ella, directamente proporcional a las veces que me voy fuera. Entre más salgo más la quiero, más la extraño, más orgulloso me siento ser de donde soy. Pero estos meses han sido también de una búsqueda continua. Una búsqueda a la que más de 5 millones de personas se ven abocados en este país. Una situación que roza el histerismo, lo histriónico, la esquizofrenia. Una situación sumergida en un caldo de cultivo potenciado por la ineptitud de unos pocos que nunca verán esta realidad entre otras cosas porque no la quieren ver. 

Hace unas semanas tuve la suerte de que al menos para mi esta situación cambiara. Surgió una oportunidad, en realidad dos. Una en la isla, estable, tranquila, cómoda; la otra, lejos, con un punto de aventura, con menos estabilidad, y por qué no decirlo, económicamente más atractiva. Tomar la decisión, escoger uno u otro camino, me costó más de lo que me hubiera imaginado hace unos años.

En un rato estaré volando a Madrid. Pasaré la noche allí, y el sábado via Paris, a Guadalupe, un pequeño archipiélago de las Antillas, en el Caribe (que no es Isla de Guadalupe en el Pacífico) que es territorio de ultramar francés.  Unas islas que Cristobal Colón llamó así en honor de la virgen Santa María de Guadalupe (Extremadura). Allí pasaré el próximo año mes arriba, mes abajo. Me voy a trabajar en un proyecto de una empresa española. Será una nueva andanza que espero ir describiendo por aquí. 

Guadalupe, Francia